dissabte, 9 d’octubre del 2010

Una bebida del este

No sé por qué razón, la gente del bar parecian dependientes de una gran suficie cinco minutos después de que mi copa se llenara de aire. El sonido se distanciaba de la luz. Era como en esos vídeos amateurs donde la chica abre la boca pero los jadeos llegan después, como un orgasmo por fascículos. Discutíamos (bueno, él discutia) sobre la vida, tema virgen de máximas. Su voz me parecía salir del escote de la amiga que fumaba y que nunca se liaría conmigo.

-Mira los Beatles. Tanta droga y éxito acabaron con ellos. John Lennon muerto por sobredosis, George Harrison en un convento...

¿Pero que estaba diciendo? Para mis adentros me dije "cotas imposibles, ahora vuelvo, tengo que solucionar una cuestión de principios". Intenté girar la cabeza, pero no pude. En lugar de eso conseguí que todo el bar se moviera un cuarto de hora para que mi amigo quedara enfrente. Eso no fue gratuïto, por supuesto. Tuve que agarrarme al sofá.

- Por suerte, los músicos de hoy no son así, son mucho más normales, civilizados.
- Lo que dices es una gilipollez.

La z salió aliñada con algunas gotitas de saliva que se estrellaron en la oscuridad. No había estado muy asertivo. Lo vi en la cara de Lluís. Mejor dicho, en un punto a la izquierda de la cabeza de Lluís. Mi argumento era algo débil. Toda mi maquinaria intelectual trabajaba para pronunciar algo ingenioso. El problema era que todas las palabras parecían enganchadas de chapapote rosa ultra dulce y me costaba arrancarlas del magma cerebral. Las chicas parecían estar pasándoselo en grande y no paraban de reir, fumar y tener pechos al otro lado de la mesa fijada en el suelo. Su mundo me parecía mucho más ligero y próspero que el sector masculino. Intenté saltar el muro hacía el lifestyle y el milagro del otro lado de la mesa de mármol con lámparita también fija. Iba a decir algo, y además en catalán, perfé país.

- Esther, el Lluís diu que John Lennon va morir de sobredosis.

Esther echó una calada rápida y profunda y sopló el aire mientras machacaba el cigarrillo en el cementerio de cigarrillos que a mi me recordaba un cementerio de elefantes. Dijo no sé que de Los Manolos, de su cara de drogaadictos, las otras dos se rieron con ella, repitieron al unísono el nombre del grupo y picaron las palmas, lo que a mi me sonó como un golpe de láminas de madera. Dios, todo el mundo se movía cada vez más rápido y yo me quedaba atrás. En sólo unos segundos Lluís se había liado otro cigarrillo.

- ¿Has pensao alguna vez que muchos artistas han muerto de tuberculosis? Yo de ti no comería patatas muy a menudo...

He aquí su intento de mejorar el mundo (nuestro mundo, el segundo de los existentes) con un chistecillo. Yo me dejé caer en el respaldo y me pasé la mano por el pelo, añorando cuando lo hacía ella. Las amigas se rieron de lo malo que era el chiste, pero Lluís se sentia realizado. Había unido los dos lados de la mesa. Intenté sumarme al éxito.

-Coneixeu la cançó de la Trinca, aquella de què l'home ve de la patata?

El telón de acero cayó de nuevo cuando se hizo el vacio encima de las copas: mis amigos aspiraron la nicotina de sus cigarrillos, abriendo fuego contra mi y creando el vacio en el centro. Todos habían pensado en la puta canción cuando Lluís había dicho "comería patatas" por una simple acción involuntaria de los mecanismos de la memoria. Sólo que yo tenía chapapote rosa en mis costas mentales. Me seguí masturbando el cuero cabelludo y mis ojos intentaron reconocer a alguien que estuviera en el bar. En mi cabeza se repite "Yes sir, I can boogie, boogie boogie" sin que le vea ninguna puta razón. Propongo pedir otra copa y también fracaso.

1 comentari:

Anònim ha dit...

Bona Alejo!

Volem una festa el diumenge/dilluns per poder-te tirar el fum i que et/ens masturbis el cabell :)