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dilluns, 4 de gener del 2010

De la realidad literaria

Decía Nabokov que hay tres niveles de interpretación literaria. La primera es la infantil, en la que el lector "vive" lo relatado. Así, todos nos hemos creído alguna vez mosquetero, Phileas Fogg o Frodo Bolsón. No creo que haya nada de malo en ello. A lo mejor creen que soy un anticuado, pero prefiero que un niño haga eso a que se pase la tarde jugando en una videoconsola.

El nivel siguiente es el adolescente, esto es, el que lee la literatura como si se tratase de un manual para la vida, sonsacando lecciones del mundo. No tiene porqué ser malo tampoco. El adolescente se caracteriza por su desarrollo en el mundo, dejando atrás el ámbito familiar más cerrado. Aparecen el amor i los amigos, en fin, nada que no sepan ya. Como nuestros padres acostumbran a no soltar prenda de como fue su época de andanzas, y como la vida acostumbra a no ser enseñada en las escuelas y los institutos (aunque ese sea su propósito), para eso están los libros. Leemos la tragedia de Joseph K., de Werther y del lejano Siddharta. Nótese que en la mayoría de los casos son aventuras acabadas en fracaso, a diferencia de las infantiles, que acaban bien, por lo general. Es decir, el adolescente es como si prefiriese compartir el conflicto más que aprender a evitarlo.

Nabokov decía que lo difícil es llegar al nivel adulto de la literatura, por el cual el lector se acerca al libro como artefacto, como creación, y no como representación de algo. Sus libros no son una narración novelística de nada. Es decir, el lector no puede identificarse para nada con los personajes de Ada o el ardor o ¡Mira los arlequines!. Desde este punto de vista, y mirando hacía atrás, parece un tanto ridículo, mejor dicho quijotesco, creer que uno se asemeja con un personaje novelesco, ya sea Ulisses o Max Estrella. Dicho en otras palabras, el adulto se acerca al libro por su calidad como producto completo, no por su posible correspondencia con la vida real, que es lo que busca el lector "adolescente". El adolescente busca un significado vital; el adulto un significante.

No es que lo que yo diga aquí tan alegremente sea una verdad que poseo y que quiero transmitir. Lo que Nabokov dice es algo radicalmente dispar a lo que yo y creo que muchos de ustedes acostumbramos a hacer: leer una novela para aprehender alguna lección vital. Buscamos en las novelas una evasión de la realidad pero que nos haga reflexionar sobre ella. A Nabokov le da igual la existencia. La única realidad es la que el escritor crea, acaso la única que existe. Esto es más difícil de lo que parece. Significa, creo, la separación total del yo con la realidad empírica para la total libertad creativa. Consideremos que cada uno de nosotros tiene un estilo propio, más o menos original y personal, pero observemos que tenemos uno y no muchos. Estamos ligados a la realidad literaria como estamos ligados a nuestro estilo. Nabokov es un maestro no en confundir realidad y ficción, sino en el mismo arte narrativo, que es el de la creación, sea cual sea.Reconozcamos que la literatura, pues, no sirve como método de descripción del mundo y la realidad que nos concierne. ¿A caso Nabokov traza una literatura demasiado purista? ¿Qué clásicos se salvan? ¿A caso Don Quijote, unos cuantos más y el mismo Nabokov? Y aún así, posiblemente baste.

dimarts, 15 de desembre del 2009

Nabokov

-Me ha parecido entender que no aprecia a Freud.

-No es exacto. Aprecio mucho a Freud como autor cómico. Las explicaciones que da sobre las emociones de sus pacientes y sus sueños son de un burlesco increíble, pero hay que leerlo en la lengua original. No entiendo cómo se le puede tomar en serio. No hablemos más de eso.

-Los escritores políticos tampoco son sus autores de cabecera.

-Muchas veces me preguntan quién me gusta y quién no, entre los novelistas, comprometidos o no, de mi siglo maravilloso. Primero, no aprecio al escritor que no ve las maravillas de este siglo, las pequeñas cosas, la ropa masculina informal, el cuarto de baño que substituye al lavabo inmundo. Las grandes cosas como la sublime libertad de pensamiento en nuestro doble occidente. ¡Y la luna! Recuerdo con qué escalofrío delicioso, envidia y angustia, miraba yo en la televisión los primeros pasos flotantes del hombre sobre el talco de nuestro satélite y cómo despreciaba a quienes decían que no valí la pena gastar tantos dólares para pisar el polvo de un mundo muerto. Detesto pues a los divulgadores comprometidos, a los escritores sin misterio, a los infelices que se alimentan con los elixires del charlatán vienés. Aquellos que aprecio saben que sólo el verbo es el valor real de la obra maestra. Principio tan viejo como verdadero, y eso no ocurre a menudo. No es preciso dar nombres, nos reconocemos por un lenguaje de signos, a través de los signos del lenguaje, o bien, al contrario, todo nos irrita en el estilo de un contemporáneo detestable, incluso sus puntos suspensivos.

-Me han dicho que no le gusta Faulkner. Cuesta creerlo.

-¡No! No soporto la literatura regional, el folklore artificial.

Fragment de l'entrevista de Bernard Pivot a Vladimir Nabokov